Comentario
Capítulo XXVII
De la villa rica de Hururo y de su descubrimiento
Este asiento y villa de Hururo es otro nuevo Potosí, así en grandeza de edificio, gente y bastimento, como de riqueza, donde, en tiemp del virrey don Francisco de Toledo, se labró una mina de fundición llamada San Miguel, aunque después se despobló, que sólo quedaron allí en las fundiciones, y labrando estas minas, Sebastián Márquez y su yerno Diego de Alemán, hasta el año de mil y seiscientos y tres, que Francisco de Medrano y Diego de Medrano y Juan de Medrano, hermanos que residían en las minas de Sicasica, fueron a aquel asiento de San Miguel de Hururo, que así se llamaba, a catear los cerros, que son siete, asidos unos con otros que hacen una isla, por noticia que tenían de que había en aquellos cerros minas antiguas, labradas por los indios en tiempo del Ynga. Así descubrieron grandes montes y tierras que por azogue se beneficiaba, y asimismo descubrieron muchas vetas tapadas a manos de los indios, que destapándolas se hallaron pozos a sesenta estados y a menos, llenos de tierras ricas con que las tapaban, y así publicaron estas riquezas.
Era en esta sazón Corregidor de aquella provincia de Paria don Polo Ondegardo y, dentro de un mes, le sucedió el contador Francisco Roco de Villagutierre y, como se fue publicando esta riqueza, aunque no la creían, acudieron a ella hasta diez y seis hombres, como fueron Francisco Marmolejo, Julián de la Carrera, Francisco de Tordesillas, Andrés de Cañizares, Luis Sánchez Bejarano, Gerónimo Galeazo, Francisco de Sepúlveda y otros mineros, todos de Potosí. En este tiempo gobernaba don Luis de Belasco estos Reinos, y de ahí a poco tiempo vino el conde de Monterrey.
Habían ido toda esta gente limpiando la mina de Pie de Gallo y la de San Christóbal, en que se halló el metal muy rico, y con esta riqueza se avisó al Virrey, conde de Monterrey, y escribió una carta a todos los mineros que no desamparasen aquellas minas, que él les haría merced en nombre de Su Majestad, y que viendo estaba una visita que había hecho el capitán Gonzalo de Paredes Hinojosa por orden del presidente Maldonado. Murió de ahí a pocos días este virrey, y así la Audiencia de la ciudad de Chuquisaca tomó el gobierno de su Audiencia, y, entre las cosas que ordenó, mandó a don Manuel de Castro y Padilla, oidor, que fuese a Hururo y visitase aquellas minas y que, siendo tales como se decía, las poblase. Así bajó a Horuro, por agosto de mil y seiscientos y seis, y habiendo hecho visita de las minas y ensayos de los metales, y estando satisfecho de su riqueza, pobló aquel asiento y repartió solares y alzó horca y cuchillo, en nombre de Su Majestad, e hizo Cabildo y regimiento de dos Alcaldes de la Hermandad, porque ya en esta ciudad, en aquella sazón, había más de doscientas casas, y en ellas más de seiscientos hombres casados y solteros. También había religiosos de todas las órdenes y padres de la Compañía de Jesús. Así les dio cuadras y solares, donde hoy hay grandes conventos, una Iglesia Mayor y vicario, con seis clérigos y más de dos mil españoles y gran suma y multitud de indios y muchas parroquias. Hay oficiales reales, y el día que don Manuel hizo este Cabildo y pobló esta villa, le puso por nombre San Felipe de Austria, que fue día de Todos los Santos, primero de noviembre del año de míl y seiscientos y seis. Es tierra fría, aunque saludable, y han ido en tanto crecimiento sus minas que compiten con Potosí y, para haber tan poco tiempo que se fundó, es cosa admirable la población y gente que hay en ella.